Palma de Mallorca, ciudad prodigiosa. Cuna de grandes prohombres, también de bellacos y oportunistas. En la capital balear no hay servidores públicos que administran los impuestos de los ciudadanos por un determinado período de tiempo y luego vuelven a sus anteriores quehaceres; hay políticos. No hay un transporte público eficiente que descongestione las calles y reduzca las emisiones de humos; hay un metro con una sola línea que necesitaría multiplicar por 20 el número de viajeros para haber justificado su construcción. Y en Palma los carriles bici no son tales; son pistas de peligrosos obstáculos móviles.
Los peatones, sin el miedo de verse multados, pasean impertérritos por en medio de los carriles. Siempre desafiantes y con un reproche en la boca a aquellas personas que osan hacer sonar el timbre de la bici rogando que dejen libre el vial. Yo digo, camaradas ciclistas, que esta humillación debe cesar. No debemos caer en la tentación de abandonar nuestros carriles, pues, como ciudadanos de segunda que somos, corremos el riesgo de ser multados por ello. En su lugar, yo os propongo que a cada peatón que usurpe nuestro lugar le demos una colleja al pasar. Si le encontramos de frente, hemos de pasarle tan cerca que note el aire y el olor almizclado de nuestro sudor. Como bien dice la Reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas: "es mejor ser temido que ser amado". Otra opción sería inundar el Ayuntamiento con cartas que pidan multas para aquellos peatones (y también personas que hacen footing) que invadan el carril bici. Dada la necesidad de ingresos del consistorio, creo que esto último daría mejor resultado.
Los peatones, sin el miedo de verse multados, pasean impertérritos por en medio de los carriles. Siempre desafiantes y con un reproche en la boca a aquellas personas que osan hacer sonar el timbre de la bici rogando que dejen libre el vial. Yo digo, camaradas ciclistas, que esta humillación debe cesar. No debemos caer en la tentación de abandonar nuestros carriles, pues, como ciudadanos de segunda que somos, corremos el riesgo de ser multados por ello. En su lugar, yo os propongo que a cada peatón que usurpe nuestro lugar le demos una colleja al pasar. Si le encontramos de frente, hemos de pasarle tan cerca que note el aire y el olor almizclado de nuestro sudor. Como bien dice la Reina Roja de Alicia en el País de las Maravillas: "es mejor ser temido que ser amado". Otra opción sería inundar el Ayuntamiento con cartas que pidan multas para aquellos peatones (y también personas que hacen footing) que invadan el carril bici. Dada la necesidad de ingresos del consistorio, creo que esto último daría mejor resultado.